Boca se muere en la orilla ante un Bayern de buen manejo

Boca rema contra la historia… y naufraga en la orilla del Bayern.

Boca se partió el alma en la cancha, pero un gol de Olise al 84’ sentenció el partido y dejó al Xeneize al borde del K.O. en el Mundial de Clubes. El conjunto argentino resistió como pudo ante un Bayern arrollador en lo físico y técnico, pero no logró sostener el empate que había alcanzado minutos antes. La derrota complica severamente sus opciones de clasificación y lo obliga a esperar un verdadero milagro en la última jornada.

El primer tiempo fue un monólogo bávaro. El Bayern dominó a placer con un tridente ofensivo —Coman, Gnabry y Olise— que hizo estragos por todos los frentes. Harry Kane marcó el 1-0 y Olise tuvo otro anulado por falta en ataque. Marchesín sostuvo a Boca con atajadas clave que evitaron una goleada temprana. Boca no generó peligro y apenas logró cruzar la mitad de cancha con claridad.

Física y futbolísticamente, Bayern fue una tromba. Boca sobrevivía a puro corazón, pero cada avance alemán parecía el preludio del segundo gol. El conjunto argentino solo pensaba en evitar una goleada que comprometiera el golaveraje, ya que sus opciones de clasificar dependen también de las matemáticas. En las gradas, su hinchada no paraba de cantar, incluso ante la adversidad.

En el complemento, Boca salió con más ímpetu que fútbol. A pesar del desgaste, no dejó de intentar y encontró un premio impensado: una jugada de alma pura de Merentiel, tras gran pase de Velasco, que igualó el marcador y encendió la ilusión. El empate transitorio fue festejado como un triunfo. Boca empataba 1-1 ante un gigante y seguía con vida en el torneo. Pero no duró.

Cuando Boca soñaba con aguantar el resultado, apareció Olise —la gran figura de la noche— para convertir tras varios rebotes en el área. Gol durísimo, casi definitivo. El 2-1 fue un golpe al alma de un equipo que había dejado todo. Boca se quedó sin piernas, sin ideas y casi sin chances. La garra no alcanzó ante un rival que le sacó diferencia en todos los rubros, menos en corazón.

Ahora, la ecuación es cruel. Boca necesita golear al Auckland City y que el Bayern venza al Benfica, todo mientras la calculadora se convierte en aliada improbable. En el día que Riquelme cumplirá 47 años, el club que preside espera una hazaña que roce lo celestial. Su gente, eso sí, ya ganó. Su fidelidad y aliento incondicional son lo más grande que deja esta dura noche en el Mundial.