Menu

Editorial | Una experiencia en los graderíos. 

Carlos Alberto Jiménez Gil 9 meses ago

Me gusta asistir al estadio a ver los partidos de mi equipo local favorito, una tradición compartida con amigos, la de seguir al equipo preferido y de no perderme las transmisiones por televisión cuando se podía.  Cosa que llego con el avance de la tecnología, hasta los últimos años se cubre en su totalidad los encuentros de la Liga Nacional.

Pero la experiencia no siempre es agradable, sobre todo cuando el equipo no logra los resultados, al contrario de cuando el equipo gana y logra el resultado esperado, todos a celebrar y satisfechos.

Los aficionados se dividen normalmente entre los que apoyan incondicionalmente, son realmente aficionados, el resultado si es importante, pero sabe diferenciar emocionalmente y socialmente que esto no le va a afectar en su vida cotidiana.  Comprende literalmente el axioma que pregona: Hay tres resultados: ganar, empatar o perder.  Y al final su vida sigue igual, sin afectarle demasiado. 

El otro tipo es el que yo llamo El Resultadista, llega solo cuando el equipo va bien, quiere solo ganar, perder le frustra tanto que ve afectada su vida, solo llega a exigir excelencia en lo que quiere ver, quizá nunca hizo deporte o no logro competir por nada, pero él quiere que sus competidores en la cancha logren lo que él quiere. 

Comprende literalmente el axioma que pregona: Hay tres resultados: ganar, empatar o perder.  Y al final su vida sigue igual, sin afectarle demasiado.

El aficionado que normalmente asiste al estadio, no importa cuál sea este, en su gran mayoría llega a sacar sus frustraciones y a descargar todo lo que lo incomoda, en nuestro país, Guatemala, es como folclórico llegar a gritar chistes para hacer reír a los vecinos de graderío, muchos logran su objetivo, pero entre esas bromas hay algunas muy pesadas, y algunas muy hirientes.  Comúnmente se cometen actos de racismo, haciendo alocución al color o la raza de los jugadores.
Hay racismo en nuestro deporte, y a pesar de que se han iniciado campañas para frenar tales actitudes ni de cerca se logra parar tales actos.  He visto a personas muy respetuosas en lo social convertirse en verdaderos cafres, diciendo las peores cosas, que algunos asistentes celebran con risa, pero en realidad son actos llenos de racismo y discriminatorios, que las autoridades de la Liga Nacional deben combatir asertivamente.

No digamos aquel que por frustración contra un árbitro o algún miembro del equipo rival de turno lanza objetos buscando agredirlos físicamente, no tengo porque enumerar las veces que hasta armas de fuego han estado involucradas, amenazas de muerte, y otros actos donde la integridad de los miembros de equipos estuvieron en peligro.

Hace años era tan penoso que los cuerpos arbitrales entraban y salían custodiados por seguridad privada con escudos antimotines; al sonar el pitazo final salían corriendo como si su vida estuviera en peligro, de delincuentes que asistían a presenciar el encuentro.  Por lo menos a mí me daba mucha pena tal puesta en escena.  Claro que se suscitó por eventos que en algún momento lo justificaban.

El aficionado está catalogado como “delincuente potencial” quien puede cometer los más bajos comportamientos si sus necesidades no son complacidas de acuerdo a los resultados deportivos. En los cordones de seguridad no dejan pasar monedas, llaves o cualquier cosa que pueda convertirse en un arma potencial, dejaron de vender latas porque estas eran objetos con los cuales podían asesinar a alguien. Han llegado al punto de no dejar entrar un pañuelo de tela o galletas de soda o saladas, como si se trataran de un misil u ojiva armamentística.  Lo irónico es que dejen entrar trompetas, bombos y redoblantes que si pueden causar daño a alguien. 

Las mallas fortificadas para que los delincuentes potenciales no ingresen al campo a querer cometer algún delito, con alambre circular con navajas, para detener cualquier turba o intento de delinquir. Y nuestros estadios se vuelven como lugares donde se dividen a actores de “delincuentes”.

Como si la solución no fuera más sencilla de lo esperado, una persona que no sabe comportarse no debería volver a pisar un estadio de ningún equipo de la liga nacional de por vida y punto.

Para lograr esto los esfuerzos serían titánicos, porque habría que erradicar inclusive el folclore establecido por años. Y hacer entender lo que es racismo, lo que es xenofobia inclusive, lo que es chiste y lo que no.

El aficionado que con palabras soeces se refiere a otra persona que está personificando un espectáculo, que con sus gritos profieren insultos, y piden que se salgan o que renuncien o que abandonen su trabajo solo porque no satisfacen su ego de aficionado, nunca se ha dado cuenta lo molesto que es que le exigen su renuncia en cada acción deportiva. 

Faltaría ver si a cada una de esas personas les gustaría que le llegaran a gritar a su trabajo, que no sirve, que se salga, que se dedique a otra cosa, pero todo con palabras hirientes y vulgares.

Este tipo de aficionado alguna vez se ha preguntado, si el jugador de futbol, ¿en realidad quiere equivocar un pase o fallar una oportunidad? Aunque es una persona privilegiada, dado que pertenece a una pequeña fracción de población que en base a tener un talento específico para la práctica de un deporte especifico no deja de ser humano y su rendimiento está basado en muchos factores. Como estados de ánimo, salud entre otras cosas.

Ahora me imagino que se ha de sentir de maravilla que un deportista tratando de aprovechar sus virtudes va a rendir de maravilla cuando el aficionado lo insulta y le indica que es un tarado u otros tratos peyorativos.  Es demencial exigirle a alguien un buen comportamiento o desempeño con esas actitudes.

¿Algún entrenador alguna vez ha salido a perder un partido? ¿Los entrenadores mandan a perder un partido a sus jugadores?
Claro que habiendo sus excepciones esas personas deberían de ser proscritas de toda actividad deportiva de por vida, como existen casos.

En verdad el aficionado resultadista llega al estadio creyendo que sabe mucho del deporte y todo lo que incluye, y que lo haría mejor que cualquier jugador o entrenador, por lo tanto le da la potestad de exigir que satisfagan su ego deportivo, sino su vida se fastidiará y los culpables se deben a la institución de la que es seguidor o aficionado.

En fin como dice un entrenador connotado del futbol nacional, solo 1 puede salir campeón los 11 restantes son fracasados. Eso en estadística bruta de probabilidades se convierte en 1 de 12 de probabilidad de ser el campeón al final de la competición.  Más o menos el 8% de probabilidad de ser el campeón.  Eso lo hace verdaderamente muy difícil. Concluyendo el futbol nacional está lejos de tomar las medidas necesarias para que sea un gran espectáculo y efectivamente que en todos los estadios del mundo se dan estos problemas nosotros en nuestro país tenemos que empezar a controlar ciertas cosas que hacen la experiencia no muy agradable. 

– Advertisement –
Written By

Ingeniero, apasionado por el futbol, comentarista deportivo y columnista.

– Advertisement –